"Poetas que exigen situarme ante la poesía y ante el mundo, y poetas que no. Turkeltaub me exige. Tal vez por eso mismo lo condenara el fuego eterno junto con otros cinco o seis de la dinastía, y él lo sabe. Lúcido y necesario desde el fundamento del ejercicio de este David nos hace libres: despojo, perplejidad, balbuceo del asombro. De lo erótico a lo tanático en el dominio vivo de las cuerdas. Ni arbitrario ni temerario digo entonces que Los Arrepentimientos van en mi apuesta y -Dios me libre- fuera prolijo ir uno a uno descifrando sus enigmas. Allá otros para eso. Página suya que abra, página que me oxigena: el tono Turkeltaub arde ahí. Y arde desde lo que es, parco y tan prístino, sin farsa alguna; sin, por ejemplo, los encandilamientos de lo nuevo (lo nuevo eso presunto) cuya vejez apesta, pues él supo desde niño que la poesía se hace con palabras y no hay innovación sin plasmación. Vértigo y sosiego por lo más hondo urden así la red en la que no falta nada ni sobra. ¿Un clásico a esta hora del Abismo, reirá alguno?
Propongo sin más lectura, la relectura, de este "doble de Dios", de esta "venda de Dios" como él mismo se autodice. De este ironista más allá.
De este cabeza de tormenta."
(Gonzalo Rojas, Chillán, julio 1984)